“… Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas a donde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue…” (De una carta de Ernest Hemingway a un amigo, 1950)

El bello París con sus lindas calles y majestuosos monumentos, Montmartre, el metro, la lluvia, el frío, el Sena con sus “bateaux”, los “Champs Elysées”, la Torre Eiffel, los jardines de Luxemburgo, Versalles, la Ópera, “Les Deux Magots” y ese tipo de cafés que abundan por ahí… La Ciudad Luz, maravillosa y cautivadora, está envuelta en una atmósfera preciosa, llena de encanto… Primero fue el Osito Charmín y luego Ernest Hemingway quienes me forjaron un ideal romántico de esa ciudad y que me marcó de por vida con «París es una fiesta»:
“… Si el lector lo prefiere, puede considerar el libro como obra de ficción. Pero siempre cabe la posibilidad de que un libro de ficción arroje alguna luz sobre las cosas que fueron antes contadas como hechos…”
Y así es en esta magnífica obra. Al leer cada uno de los veinte relatos que constituyen “A moveable feast” (título original del libro que fue publicado póstumamente por Mary Hemingway) nunca se sabe con certeza cuál es la parte verdadera o falsa de los mismos.
Se desdibujan las fronteras entre lo que fue y lo que Hemingway interpreta de aquellos años hermosos de su vida y todo se confunde en aquel lugar especial, el París con ambiente de post guerra en el cual Ernest narra esos episodios anecdóticos de manera tan exquisita. De tal suerte que lo que se vuelve menos importante es la fidelidad del texto a lo que en verdad pasó.
Lectura deliciosa de esos veinte relatos: estampas de la vida parisina mítica de los años veinte, época dorada. Muchos de los protagonistas son la generación perdida y el libro, también es una crónica descriptiva de personajes como Gertrude Stein, Scott Fitzgerald, Ford Madox Ford…
Los relatos giran en torno a la época en que Hemingway fue “muy pobre pero muy feliz”, aquella de la cual guarda un poderoso recuerdo que jamás lo dejaría: el tiempo en el que convivió con su esposa Hadley de quien describe un amor lindo y puro, antes de que los ricos y poderosos se inmiscuyeran –para mal- en esa relación de la cual nació su primogénito.

“París era una fiesta” contiene paisajes y personajes descritos con tal maestría que despiertan un sentimiento de avidez por la Ciudad Luz. Creo que lo mágico de esta obra radica en que un viejo pero experto Hemingway narra excelso los años dorados de su juventud sin sentimientos de nostalgia o pérdida.
Desafortunadamente ese hermoso París de inicios del siglo pasado quedó atrás y lo que queda es una gran ciudad con muchos problemas como en todos lados : el tráfico, los olores del metro, los indigentes…

Los románticos enamorados de París -como yo- diremos que esta ciudad siempre tendrá un majestuoso encanto por lo que ha sucedido ahí, por la riqueza arquitectónica y el legado cultural que posee. Cada que tengo la oportunidad de ir me empapo de ese espíritu. No creo que haya mejores palabras sobre este sentimiento de admiración y gratitud sobre París que las propias del gran Hemingway:
“…París no se acaba nunca, y el recuerdo de cada persona que ha vivido allí es distinto del recuerdo de cualquier otra. Siempre hemos vuelto, estuviéramos donde estuviéramos, y sin importarnos lo trabajoso o fácil que fuera llegar allí. París siempre valía la pena, y uno recibía siempre algo de trueque de lo que allí dejaba….”
Excelente. Tu texto es estupendo porque el relato fluye sin frases pretensiosas ni palabras rimbombantes (se nota que no fuiste alumna de Sigala jijijiji). Sigue así, además de un ejercicio terapéutico, cuando menos esperes verás que este lúdico quehacer te reportará grandes satisfacciones. PAPI.
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gracias PAPI !!! hasta me sonrojé :p
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